Hay veces que no lloro por miedo a sonreír. Veces que no río, por miedo a ser feliz.
A veces me siento en un banco azul y contemplo las estrellas. Están lejos y brillan, son pequeñas y parpadean.
A veces me siento en un banco azul. Otras, simplemente, es rojo. A veces no hay banco, pero siempre está. Está allí y está conmigo. Esta aquí y en todas partes.
Sentado en mi banco, saca el puñal dorado. Sin piedad y sin rencor, lo clava, lo hunde. Oye, imbécil, no hablábamos de ese tipo de penetración.
Entonces se aleja y se viene y se va y se vuelve y gira y retorna y no entiendo nada. Otras veces, simplemente, no cura. El alcohol es muy fuerte y está distante, y las penas ahogadas no son menos penas, sólo sumergidas. Ya olvidé el sabor de esas penas.
Entonces no está, pero sigue ahí. Otro pinchazo, maldito puñal dorado. Oye, imbécil, no era esto lo que habíamos hablado.
A veces me siento en un banco azul. Tal vez sorprenda y me coja de la mano. Y tal vez la suelte y me caiga del banco. Entonces no entiendo nada. Pero siempre está.
lunes, 25 de noviembre de 2013
viernes, 22 de noviembre de 2013
Cuando huela a podrido, escapa
El mundo era pequeño, bonito y
simbólico; y bajaba por la acera de la Calle Tres. No llevaba nada más
que su maletín, colgado al cuello con gesto de desaire. Arrastraba tras
de sí un rastro bello de flores marchitas que, pudriéndose, desglosaban
gusanos de metal de ricos magnates de oro. Y era tal su esplendor que
todo a su alrededor callaba, muriéndose en una burbuja de vano silencio.
Pútrido silencio. Cruel silencio. Salvaje silencio.
Silencio.
Silencio era el nombre del mundo bonito, pequeño y simbólico, que como
cada noche volvía de visitar la esquina de las zorras de al lado.
Pero entonces explotó, y de sus palabras brotaron cenizas que ardieron y que las mató el fuego de su estupidez.
No sufras, Silencio. No eres tú: ser mundo es cruel. Pero algún día despertarás, y los gusanos se tornarán mariposas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)